ESTADOS DE UN CUERPO
Jorge Cabieses. Galería Fernando Pradilla, Madrid, 2019.
La obra reciente de Jorge Cabieses, siendo radicalmente no-figurativa (está hecha en base un lenguaje geométrico de formas sintéticas como líneas, planos, rectángulos y círculos), no deja de estar vinculada, a su modo, a la representación. No obstante, el artista no está intentando esbozar personajes o territorios, como si de retratos o paisajes velados se tratase. Más bien, Cabieses representa ideas y conceptos—la idea misma de idea, incluso—.
Los modelos visuales que parecen estar en juego son varios. Por un lado, el plano: ciertas piezas evocan planos extraños que pareciesen indicar cómo fabricar un artefacto indescifrable o un mecanismo indeterminado. Por otro, el mapa: las obras también parecen retratar de forma altamente sintetizada una serie de objetos y trayectos y su ubicación en el territorio. Pero aquí hay también de gráficos matemáticos: otras piezas presentan figuras que recuerdan a los gráficos circulares con los que se ilustran los porcentajes.
Aunque visualmente similares, estos modelos operan en niveles distintos: un plano se realiza en el tiempo (sus instrucciones se materializan en la fabricación de un artefacto futuro), un mapa apunta al espacio físico (describiendo un territorio real), mientras que un gráfico señala relaciones de proporción (entre cantidades variables de absolutamente cualquier cosa).
En ese sentido, podría decirse que Cabieses construye el campo pictórico a modo de diagrama: una representación esquemática de información—y, por ende, un modelo que no es propiamente abstracto ni figurativo—. Contra la tradición de la figuración, el artista recurre a una geometría dura alejada de la representación, a la par que cancela el espacio ilusionista de la perspectiva mediante un trabajo que se despliega radicalmente en la superficie del cuadro: sus lienzos sin imprimar revelan claramente el soporte, a la vez que evidencian que la pintura es simplemente una delgada capa de pigmento adherida a la tela. Contra cierta tradición de la abstracción geométrica—de la que también se nutre—, las obras no buscan invocar un mundo de formas ideales desligadas de lo terrenal, y más bien encuentran referentes en múltiples códigos visuales.
La precisión matemática con la que Cabieses sitúa los elementos sobre la superficie del lienzo, manteniendo un delicado equilibrio entre las formas y una ajustada unidad dentro del formato, define la poética que caracteriza este cuerpo de obra. Aquí, lo calculado de la composición y la exactitud de la ejecución no oculta la fuerza de la intuición y lo espontáneo que anima estas constelaciones de formas y colores, imprimiéndoles vitalidad.
La “estética del diagrama” que propone Jorge Cabieses entraña una apuesta por encontrar una forma de acuerdo entre conceptos muy disímiles de la imagen (como ícono, forma, símbolo, impronta, gesto, etc.) y sus diferentes horizontes (figurativo, abstracto, no-objetivo, cifrado, etc.) para buscar reunir, así sea provisionalmente, su vasta potencia y posibilidad.
Max Hernández Calvo
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